Dicen que cuando un novelista imagina una situación provoca que ésta ocurra. Sea como fuere, cuando imaginó el personaje de Vivien Le Fay Morgan -o Lilith Le Fay, como ella a veces se hace llamar-, di vida a una personalidad, y en el segundo libro en el que ella aparece -o sea, el presente volumen-, dista mucho de ser una marioneta en mis manos; es más, toma el control de la situación.
Lilith se considera una sacerdotisa de la gran diosa Naturaleza y, como tal, puede reclamar el derecho divino ante todas las leyes hechas por el hombre. Es este un asunto que no puedo juzgar porque lo desconozco. Lo único que sí sé es que Lilith vive la vida a su extraña manera; vive tanto para los demás como para mí, y es muy posible que a algunos de los que lean este libro se les aparezca como una sombría figura apenas visible en la penumbra de la mente.
El punto de vista de Lilith Le Fay es puramente pagano; ella se rebela contra la sociedad y se muestra partidaria de reformarla. Por supuesto, tal vez represente mi subconsciente freudiano y admito que hay mucho de mí en Lilith Le Fay.
El escritor verdaderamente creativo anota el diálogo que oye emplear a sus personajes; pero, en el caso de Lilith Le Fay, yo he ido aún más lejos: la he dejado hablar a ella. Tras acabar La Sacerdotisa del Mar, Lilith no quiso permanecer en su tumba; su fantasma se empeñó en caminar, y lo hizo con tanta determinación que me obligó a escribir este libro. No le doy mucho valor como obra literaria, pero desde luego no deja de ser una curiosidad psicológica. Además, contiene cierta dosis de rarísimas tradiciones, la mayor parte de las cuales yo desconocía hasta que leí sus páginas.He puesto mucho en esta novela, pero aún hay más en ella de lo que yo he puesto. Incluso pudiera decirse que escribirla fue un acto de magia. Si fuera cierto que lo que se crea en la imaginación vive en el mundo interior, entonces, ¿qué he creado yo en Lilith Le Fay? ¿qué y quién es Lilith? ¿y por qué siguió viva después de que su libro fuera terminado e Insistió en reaparecer? ¿Acaso me he provisto de un oscuro familiar?
No asumo la responsabilidad ni del argumento ni de los personajes: estos se crearon a sí mismos.
- Dion Fortune (Extracto de «consideraciones previas»)